Se trata de un limpiador metálico de calderas, que para quienes no están familiarizados con su función, es casi imposible adivinar para qué servía, dadas sus curiosas características.
Esta herramienta se usaba en el mantenimiento de las antiguas bombas a vapor, y su utilidad residía en la facilidad con que podía ser introducida dentro de las calderas de las máquinas para remover suciedad o retirar elementos que dificultaran el buen funcionamiento del sistema.

Las máquinas a vapor del siglo XIX y principios del XX fueron vitales para la extinción de incendios, hasta la llegada de los carros a motor. Era en el caldero donde se hervía el agua y se generaba la energía del vapor necesaria para darle presión a las mangueras para expulsar el agua. Como estas máquinas eran tecnológicamente complejas, en muchos casos fue necesario contar con mecánicos conocedores del tema, quienes solían visitar periódicamente a las compañías e inspeccionar el estado de las calderas, los tubos y otros elementos más técnicos como la caja de distribución del vapor y los pistones, además de instruir a los voluntarios y maquinistas respecto a su uso y mantenimiento. Entre las dificultades que podía sufrir una máquina a vapor estaban la entrada de barro en el caldero debido al uso de pozos como fuente de agua, y la acumulación de sedimentos que pudieran dañar la integridad de las piezas, por lo que este objeto era muy necesario si se quería mantener una máquina funcional.

Era común que las máquinas a vapor se averiaran durante la acción, ya sea por accidentes o simplemente debido a la cantidad de trabajo a la que eran sometidas. Fue preocupación permanente para el CBS la reparación y el repuesto de la maquinaria que, por lo demás, debía ser traída desde Europa o Estados Unidos, significando un gasto importante para la institución.